Uno de los mayores aciertos de "Tiburón", aquella sorprendente realización que catapultó a la fama a Steven Spielberg, fue la idea de ocultar al monstruo todo lo posible y sólo sugerir su presencia con tomas subjetivas y efectos de sonido. Después supimos que el director lo hizo porque no estaba conforme con la apariencia de su tiburón de utilería, que las restricciones presupuestarias de la producción le impedían mejorar. Pero el suspenso que logró crear sin mostrar explícitamente las imágenes del escualo están entre lo más logrado de su abundante filmografía. En esta película del realizador argentino Andrés Muschietti, las primeras tomas parecen adherir a estos principios "spielbergianos"; el director presenta el tema con gran eficiencia y con mucho ritmo; al mismo tiempo, va creando una atmósfera inquietante alrededor de la presencia de las dos pequeñas halladas milagrosamente vivas después de cinco años de aislamiento y una suerte de reducción al estado salvaje. Luego pinta con precisión el cruce de relaciones entre la pareja del tío de las chicas (gran aporte de Jessica Chastain) con las pequeñas, y la trama avanza entre algunos golpes de efecto demasiado obvios y escenas de bien lograda tensión dramática.
Una vez que el relato comienza a hacer centro en la revelación del misterio de la inquietante presencia que acompaña a las chiquitas (convincentes las participaciones de Megan Charpentier e Isabelle Nélise), las escenas pierden fuerza, justamente porque la aparición deja de ser una sugerencia para tomar formas concretas; es aquí donde Muschietti se aparta de la sabia experiencia de Spielberg y sucumbe a la tentación de explotar los efectos especiales y las inmensas posibilidades visuales que ofrece la tecnología del cine de gran presupuesto. Coincide este momento con el tramo de mayor debilidad del argumento, que abandona los planteos originales y atractivos del comienzo para internarse abiertamente en las convenciones del género.
De esa manera se mantiene la película hasta el final, con un remate que si bien no es convencional, no está en línea con la más que interesante propuesta inicial. Con todo, es cierto que la realización resulta impecable, que el ritmo de la narración mantiene la atención de los espectadores a lo largo de todo el metraje, que el encuadre y la fotografía presentan ideas atractivas (con planos secuencia muy bien estudiados) y que las actuaciones son muy correctas. Todo esto asegura la diversión y el entretenimiento de los espectadores, que es lo que generalmente buscamos cuando vamos al cine.